“Me siento desconcertada y avergonzada, pero esta es la única verdad: Te amo tanto como aquél día en que aterricé entre tus brazos decepcionados, es decir, con todo mi ser y mi sucio corazón”, apuntó la filósofa francesa en la misiva, realizada en 1950, en su camino de regreso a París tras visitar a Algren.
En 1947, mientras visitaba Chicago, Beauvoir comenzó una aventura con el autor estadounidense, la cual duró años, aunque a larga distancia. Finalmente Algren, quien buscaba a alguien permanente en su vida, terminó la relación, y en 1953 se volvió a casar con su ex esposa, Amanda Kontowicz.
Traducción por Loops Sandoval/ Adaptación por Odeen Rocha
Ciudad de México, 25 de enero (BarbasPoéticas).- Esta misiva fue realizada por la autora francesa, feminista y filósofa existencial Simone de Beauvoir, autora del tratado clásico de culto El segundo sexo. El destinatario era el escritor estadounidense Nelson Algren, mejor conocido por su obra El hombre del brazo de oro.
En 1947, mientras visitaba Chicago, Beauvoir comenzó una aventura con Algren y los dos mantuvieron una relación a larga distancia, a través del Atlántico, durante años. Pero la tensión de la separación eventualmente le pasó factura a Algren, quien buscaba a alguien permanente en su vida. Finalmente, en 1953, el autor se volvió a casar con su ex esposa, Amanda Kontowicz.
Esta carta, que De Beauvoir escribió en septiembre de 1950 en el camino de regreso a París tras visitar a Algren, está saturada de la tensión palpable entre la urgencia de su anhelo y la facilidad que intenta crear para el hombre que todavía ama. Dar espacio cuando lo que más anhela es la cercanía, una gran prueba de amor. A continuación, te presentamos la traducción:
«Prefiero la tristeza seca que el enojo frío, por eso mis ojos se han mantenido secos hasta ahora, tan secos como el pescado ahumado, pero mi corazón es como una sucia y suave natilla por dentro […]
No estoy triste. Más bien me siento aturdida, muy lejos de mí misma, sin creer que realmente estás tan pero tan lejos estando tan cerca. Quiero decirte dos cosas antes de partir, y después no volveré a hablar jamás de ello, lo prometo.
Primero, tengo muchas esperanzas, quiero y necesito demasiado volver a verte… algún día. Pero, recuerda, por favor, yo nunca volveré a pedirte que nos veamos —no por orgullo, que ya sabes que no tengo ninguno cuando estoy contigo, pero nuestro encuentro sólo significará algo si es que tú eres quien desea que nos veamos.
Así que esperaré. Cuando lo desees, sólo dilo. No asumiré que me amarás de nuevo, ni siquiera que dormirás conmigo, y ni siquiera tenemos que estar juntos por mucho tiempo— Sólo cuanto tú quieras y cuando quieras.
Pero ten presente que siempre estaré esperando que me lo pidas. No, no puedo pensar que no volveré a verte de nuevo. He perdido tu amor y fue (y es) doloroso, pero no quiero perderte. De cualquier modo, me diste demasiado, Nelson, y lo que me diste significó tanto para mí que no podrías tenerlo de vuelta jamás.
Y tu ternura y tu amistad fueron tan preciadas para mí que aún puedo sentirme cálida y feliz e injustamente agradecida cuando te veo a ti dentro de mí. Espero que esta ternura y esta amistad nunca me abandonen.
En cuanto a mí, me siento desconcertada y avergonzada, pero esta es la única verdad: Te amo tanto como en aquél día en que aterricé entre tus brazos decepcionados, es decir, con todo mi ser y mi sucio corazón. No puedo hacer menos. Pero eso no te molestará, cariño, y no hagas del escribir cartas una obligación, sólo escríbeme cuando lo sientas, sabiendo en cada momento que recibirlas me hará muy feliz.
Bueno, todas estas palabras parecen tontas. Parece que estás cerca, tan cerca, déjame acercar a ti, como en los viejos tiempos, déjame estar dentro de tu corazón por siempre.
Tu Simone».